Este artículo se publico en la revista EcoAméricas, un informe mensyual sobre desarrollo y medio ambiente en América Latina
Por – Steve Ambrus
Para el ojo inexperto, los manglares del Golfo de California parecen ser poco más que arbustos raídos sostenidos en pie por raíces ralas como dedos que se elevan desde los bajíos. En los momentos adecuados del año, se pueden ver algunas de los millones de aves playeras migratorias que llegan desde Alaska incluso. Sin embargo, los cangrejos y peces que ellos protegen son más difíciles de detectar. Y aún menos notorios son los suelos de turba subyacentes que se han acumulado a lo largo del tiempo, en algunos casos milenios, ayudando a hacer que los manglares se encuentren entre los ecosistemas más ricos en carbono del planeta.
Pero las comunidades costeras y el gobierno de México están tomando nota. Están empezando a apreciar la abundante vida que medra en los manglares y los valiosos servicios ecosistémicos que brindan. Y cada vez son más ambiciosos a la hora de conservar los rodales de manglar existentes y restaurar los degradados y talados como medio para generar créditos de carbono en los mercados internacionales. “Los manglares se han vuelto muy importantes para la gente en México”, dice Fernanda Adame, ecologista acuática del Australian Rivers Institute de la Universidad Griffith de Australia. “La gente entiende que los manglares no sólo albergan peces y moluscos comercialmente importantes, filtran la contaminación y sirven como una primera línea de defensa contra los huracanes. También son uno de los sitios más importantes para la mitigación de gases de efecto invernadero».
El año pasado, WILDCOAST, organización no gubernamental con sede en México y los Estados Unidos, se sumó a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) de México para iniciar un proyecto destinado a conservar y gestionar unas 28,925 hectáreas de manglares en los estados de Baja California Sur, Sonora y Sinaloa. La idea detrás del proyecto, respaldada en parte por la Fundación Leonardo DiCaprio, es utilizar la gestión de manglares para generar créditos de carbono certificados basados en la prevención de emisiones de gases de efecto invernadero que resultarían si se talaran los manglares. Los créditos se venderían en el mercado voluntario de carbono, en el cual las empresas compran dichos créditos voluntariamente como un medio para compensar las emisiones de sus operaciones y abrillantar sus credenciales ambientales.
Los ingresos por las ventas de carbono se usarían para pagar guardabosques, llevar a cabo programas educativos y restaurar y gestionar manglares in situ en colaboración con la Conanp. Según los expertos, los ingresos anuales estimados del proyecto podrían acercarse a los US$800,000. Lo que es más importante, la iniciativa podría mostrar cómo los manglares podrían contribuir al logro del objetivo de México de reducir las emisiones anuales de gases de efecto invernadero en un 22% en el curso de los próximos 12 años. “Este es un proyecto increíble, que puede demostrar el alto potencial para usar créditos de los manglares en el mercado de carbono y ayudar a México a alcanzar sus ambiciones de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”, dice Adame, que está administrando los aspectos científicos del proyecto.
vOtros países de América Latina también tienen los ojos puestos en la conservación y restauración de manglares, incluso a través del comercio de carbono. Indonesia tiene la mayor extensión de cobertura de manglares en el mundo, pero Brasil ocupa el segundo lugar y México el cuarto. Ecuador, Colombia, Venezuela, Cuba, República Dominicana y las naciones de América Central también tienen extensos rodales de manglar. Los expertos dicen que esto significa que los países latinoamericanos tienen oportunidades significativas para restaurar los manglares como una forma de reforzar el hábitat de los peces, mejorar la protección contra los huracanes y secuestrar carbono en cumplimiento de los objetivos del cambio climático. “Después de años de percibir los manglares como poco más que terrenos baldíos de los cuales extraer recursos como madera para construcción y cocina, hay una creciente voluntad política para proteger y restaurar los manglares en América Latina”, dice Steven Canty, experto en conservación marina del Smithsonian Marine Station en Fort Pierce, Florida. “En muchos países hay legislación para prohibir la tala de manglares y [hay] importantes esfuerzos de restauración”.
Concesiones de conservación
En Ecuador, aproximadamente el 70% de los manglares fueron destruidos a partir de la década de 1960, cuando ingresaron empresas de los Estados Unidos, Europa y Asia para transformarlos en estanques de camarón a lo largo de la costa del Pacífico. Los manglares cayeron víctimas de motosierras, excavadoras e incendios, y miles de aldeanos que se ganaban la vida pescando, recolectando moluscos y otras actividades posibilitadas por el ecosistema de manglares fueron expulsados de sus hogares. Pero en 2014, el gobierno estableció el proyecto Socio Manglar, en que las comunidades costeras pueden recibir concesiones y pagos del gobierno con base en el desempeño preservando manglares. Con derechos de gestión sobre unas 40,000 de las 160,000 hectáreas de manglares que todavía quedan en el país, dichas comunidades han informado de un aumento en las capturas de pesca. Los expertos dicen que el país podría ser un buen candidato para convertir la conservación de manglares en créditos de carbono en los mercados internacionales.
Mientras tanto, en República Dominicana, donde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reportó algunas de las mayores pérdidas porcentuales de manglares en las Américas entre 1980 y 2007 (un promedio anual de 2.8%), se ha formado una nueva comprensión. Después de ver cómo los manglares eran reemplazados por operaciones agrícolas y centros turísticos, el gobierno permitió que Counterpart International, organización no gubernamental con sede en los Estados Unidos, cuantificara la cantidad de carbono almacenado en los manglares del Parque Nacional Montecristi de 550 km2 en la costa norte del país. Los datos del estudio, publicados en 2014, eventualmente podrían ayudar a que el país reciba fondos climáticos para las comunidades locales interesadas en conservar y restaurar áreas de manglares.
Cada vez más, los gobiernos ven la conservación y restauración de manglares como un medio para combatir el calentamiento global, debido a la capacidad del ecosistema de acumular hasta cuatro veces más carbono por metro cuadrado que los árboles y plantas de los bosques lluviosos. A diferencia de los bosques lluviosos, en los que casi todo el carbono se almacena en troncos, ramas y hojas —y luego se libera cuando estos mueren y se descomponen—, los manglares pueden mantener más del 90% de su carbono en el suelo. Esto se debe a que este suelo está sumergido la mayor parte del tiempo, lo que significa que hay poco oxígeno disponible para ayudar a los microbios a descomponer la materia orgánica que depositan los manglares. En cambio, ocurre un proceso lento pero constante de acumulación de carbono. Los manglares dejan caer sus hojas y ramas, las raíces mueren, los detritos se acumulan durante miles o decenas de miles de años sin descomponerse por completo, el carbono se queda encerrado. De hecho, los manglares —junto con las turberas de agua dulce y los suelos congelados de permafrost que se encuentran especialmente en el Ártico o sus alrededores— son los ecosistemas más ricos en carbono del mundo.
Aun así, el comercio de carbono de manglares no ha despegado en la forma en que muchos ambientalistas habían esperado. El almacenamiento de carbono en los manglares depende de una gran cantidad de factores que incluyen el clima, las especies, la altura del dosel, la exposición a los sedimentos minerales y la ubicación específica del rodal de manglar en la zona de las mareas. Puede variar dramáticamente incluso dentro de unos pocos kilómetros. Muchas naciones carecen de los recursos o la tecnología para estimar con precisión todos esos factores. De hecho, de los 107 países con manglares, sólo unos 40 tienen los datos de campo necesarios, dicen los expertos.
Los acuerdos internacionales tampoco han podido mantenerse, en gran parte porque hasta ahora no ha habido un medio confiable para medir el carbono en los suelos de manglar. La mayoría de los esfuerzos de mitigación de gases de efecto invernadero en bosques tropicales giran en torno al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) o REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal). Estos permiten a los países desarrollados financiar la reforestación, la aforestación y, en el caso de REDD+, los esfuerzos de conservación en el mundo en desarrollo. Los manglares pueden incluirse en dichos esfuerzos conforme al Acuerdo de París de 2015. Pero las medidas de mitigación hasta la fecha sólo incluyen el carbono en la vegetación leñosa de los manglares, aunque es en el suelo, no en la vegetación leñosa, donde yace la mayor parte del carbono de los manglares.
Esto ahora podría estar cambiando. En abril de este año, Jonathan Sanderman, del Woods Hole Research Center con sede en los Estados Unidos, y otros 23 investigadores de todo el mundo publicaron en la revista Environmental Research Letters lo que muchos expertos consideran uno de los panoramas más completos del almacenamiento global de carbono de manglares. Basándose en datos satelitales relacionados con el clima, la vegetación, la hidrología y otras variables clave, los investigadores desarrollaron un modelo de aprendizaje automatizado para predecir dicho almacenamiento, utilizando mapas de deforestación de detección remota para calcularlo en las 107 naciones que poseen manglares.
“Esta investigación nos permite captar la amplia variabilidad del almacenamiento de carbono en diferentes especies de manglares en diferentes lugares”, dice Sanderman, científico asociado del Research Center. “Debería ayudar a diseñar programas dirigidos a la reducción de emisiones y el secuestro de carbono”.
Un paso adelante necesario, dicen los expertos, es actualizar los inventarios de carbono de los países para que tengan en cuenta el suelo de manglar y sirvan como una base de referencia más precisa para los esfuerzos de mitigación climática. Un artículo reciente de Adame y coautores, por ejemplo, estima que las existencias promedio de carbono en los manglares de México son 31 veces mayores que las reportadas por México a las Naciones Unidas como parte de sus compromisos climáticos.
Otro avance requerido radica en refinar los métodos no sólo para estimar el almacenamiento de carbono, como está ocurriendo actualmente, sino también para estimar la pérdida de carbono cuando los manglares son talados o degradados. Estas pérdidas son importantes cuando los manglares se talan para calefacción y combustible. Son mucho más altas, más del 90%, cuando los manglares se extraen para explotar la acuicultura de camarón, ya que esto implica la excavación de los suelos de manglar para dar cabida a los estanques.
Los mercados voluntarios aún pueden aceptar proyectos de mitigación con estimaciones aproximadas de esas emisiones. Sin embargo, dicen los expertos, es probable que se necesiten mediciones más precisas para incluir los suelos de manglar en los mecanismos de comercialización aprobados por las Naciones Unidas o en el sistema de comercialización europeo, y para aumentar el entusiasmo por los manglares en los mercados en general. “Los mercados de carbono tienen que ver fundamentalmente con la certeza, y si no tienen confianza en la cantidad de carbono que están comprando, no habrá un precio decente”, dice Sanderman.
Reconociendo el valor del almacenamiento
Sin embargo, muchos expertos creen que llegará el día del carbono de manglar. Y como el valor anual estimado por hectárea de manglares en pie en la región es de hasta US$37,000 cuando se tienen en cuenta servicios ecosistémicos como la protección contra tormentas y la pesca, se están haciendo cada vez mayores esfuerzos para protegerlos. Los países latinoamericanos han aprobado leyes estrictas que prohíben la tala o remoción de manglares, y han asignado zonas costeras para su protección con arreglo a la Convención de Ramsar Relativa a los Humedales de Importancia Internacional. También han establecido áreas marinas protegidas que con frecuencia abarcan manglares. Se han realizado importantes esfuerzos de restauración, como los realizados por comunidades locales que a menudo siembran plántulas de manglar y excavan canales para asegurar la mezcla necesaria de agua dulce y agua salada para que prosperen los manglares.
A pesar de tales progresos, el avance de las plantaciones de caña de azúcar y palma africana, así como la ganadería, la acuicultura de camarón y la construcción de instalaciones turística han seguido mermando los rodales de manglares en América Latina. En el suroeste de Guatemala, por ejemplo, las plantaciones de palma y azúcar han estado desviando ilegalmente en los últimos años el agua de la cuenca del río Madre Vieja para irrigar sus plantaciones, lo que ha provocado protestas de cientos de pequeños agricultores y pescadores preocupados por sus propias cosechas y el impacto a largo plazo en los manglares del Pacífico. El Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) ha actuado para detener las actividades de las empresas, pero en otros lugares de Guatemala la falta de recursos hace que la vigilancia y el monitoreo sean virtualmente imposibles, dicen los expertos. Según la investigación de Sanderman, Guatemala perdió entre 2000 y 2012 casi el 6% de su cobertura de manglares, colocándose en tercer lugar detrás de Malasia y Myanmar en pérdidas porcentuales a nivel mundial, y sufrió el mayor porcentaje de pérdida de carbono de manglar en el mundo.
Ana Giró, coordinadora guatemalteca de la Iniciativa de Arrecifes Saludables para Gente Saludable (HRI), consorcio de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, percibe que el gobierno ahora es más consciente de la amenaza que en el pasado. Pero, dice, “donde yo trabajo, en el lado del Caribe, el problema ha empeorado a lo largo de los años, y la tala de manglares es mucho más rápida que su restauración”.
México hace progresos
México es ampliamente considerado como uno de los líderes mundiales en conservación de manglares, con un sólido sistema de monitoreo y vigilancia, numerosos proyectos de restauración y una ley de 2006 que hace de la tala de manglares un delito sancionado con prisión. Nuevas actitudes allí han generado un cambio positivo, dicen los expertos. Después de pérdidas masivas en ambos lados del país, el Caribe y el Pacífico, en las décadas de 1980 y 1990, la deforestación de manglares se desplomó precipitadamente al 0.67% en el periodo 2000-2012.
Aun así, los abusos continúan ocurriendo. Durante el curso de una noche en enero de 2016, empresas inmobiliarias respaldadas por el gubernamental Fondo Nacional de Fomento al Turismo, y protegidas de la gente que protestaba por agentes de policía, talaron 59 hectáreas de manglares en las afueras de la ciudad de Cancún para dar paso a apartamentos, hoteles y centros comerciales como parte de un proyecto llamado Malecón Tajamar. Las continuas protestas y la cobertura negativa de la prensa finalmente liquidaron el proyecto, pero el daño ya estaba hecho.
A menudo la corrupción está presente, dicen los expertos. “En gran parte de América Latina, como en todo el mundo, hay más leyes y medidas para aplicarlas”, dice Alfredo Quarto, director internacional de programas y políticas del Proyecto Acción Manglar (MAP), iniciativa sin fines de lucro. “Pero todavía hay una gran invasión ilegal. Con demasiada frecuencia, los sobornos pueden permitir un hotel o una granja de camarón en un área reservada para la protección de los manglares”.
Todavía no está claro cómo esta y otras cuestiones, como los derechos comunales de los habitantes de los manglares, serán tratadas a medida que se desarrollen los mercados de carbono para manglares. Pero por ahora, los esfuerzos para proteger y restaurar los rodales de manglar parecen estar ganando impulso, en agudo contraste con los días no tan lejanos en que los manglares eran vistos como poco más que pantanos malolientes.
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