Tenía 7 años la primera vez que visité Sea World. Mi familia y yo pasamos el día en el parque gracias a una promoción de un supermercado local que hacía descuento en los boletos. Fue toda una aventura. Desde viajar fuera de la ciudad y cruzar a Estados Unidos muy temprano por la mañana, hasta aprender que había ballenas blancas (las belugas son, en realidad, delfines) y tan grandes que podían comerte de un bocado (las orcas son carnívoras y pueden medir hasta 8 metros de largo). En ese momento no lo supe, pero esa visita tuvo un profundo impacto en mi vida.
Mis hermanos y yo en Sea World, 1992.
En la costa occidental de la Península de Baja California se puede encontrar el 75% de las especies de mamíferos marinos registradas en México. Es el mejor lugar del país para estudiarlos. En 2009, tuve la oportunidad de participar en un proyecto de investigación sobre las cuatro especies de pinnípedos del país: la foca de puerto, el lobo marino de California, el lobo fino de Guadalupe y la foca elefante o el elefante marino. La investigación me llevó a recorrer a pie y en embarcación, toda la línea de costa de 10 islas (complejos insulares) del Pacífico de la Península de Baja California por dos años. Fue un trabajo largo y pesado, pero muy emocionante.
Hoy, esas islas forman parte de una Reserva de la Biósfera cuya declaratoria tomó 10 años en concretar, pero que estudios sobre su delicada flora y fauna (incluyendo en el que participé) permitieron justificar su creación. Hoy, gobierno, organizaciones de la sociedad civil y comunidades de pescadores, trabajan coordinadas para lograr su manejo y asegurar la conservación de sus recursos naturales para las futuras generaciones.
Isla Magdalena, B.C.S., México. Foto: Ralph Lee Hopkins
Orcas frente a las Islas Coronado, B.C., México. Foto: Carlos Bravo
Manada de delfín común frente a las costas del sur de California, E.U.A.
Soy de un ciudad desértica que no tiene mar, pero a los 13 años ya sabía que quería ser bióloga marina porque “hay que salvar a las ballenas y delfines”. Creo que entre mi ocasional visita a la playa de vacaciones y ver documentales de National Geographic los sábados por la mañana en el canal local, desarrollé una atracción hacia el océano. Los adultos en mi vida no dejaron de decirme que estudiar biología no era práctico, pero mi convicción me llevó a finalmente salir de mi ciudad para ir a la universidad y convertirme en Bióloga.
El documental de la National Geogrpahic titulado en español «Orcas: lobos del mar» y producido en 1993, fue uno de los muchos que vi durante mi infancia.
Algunos años después, me sorprendió estar en una embarcación con 10 estudiantes de preparatoria monitoreando Bahía Magdalena en busca de delfines. El taller de COSTASALVAJE sobre identificación y monitoreo de mamíferos marinos dirigido a estudiantes de las comunidades costeras de la bahía, tiene dos objetivos: 1) capacitar a los jóvenes para desarrollar herramientas que los inclinen a dedicarse a actividades no extractivas (como el eco-turismo); y 2) sensibilizar a las futuras generaciones sobre la importancia de la conservación de los recursos naturales. A la fecha, el taller ha entrenado a 45 jóvenes de la comunidad que ahora saben sobre la ballena gris (que llega a reproducirse cada año a Bahía Magdalena), las tres especies de delfines que se encuentran ahí, la temporada de reproducción del lobo marino, y lo más importante: las amenazas a las que se enfrentan. Tal vez no todos tengan la oportunidad de participar en algún estudio científico, pero la mayoría se dedicará a la pesca y entender que como especie compartimos el hábitat con otros seres, tiene repercusiones en el comportamiento humano.
Taller de mamíferos marinos en Bahía Magdalena, B.C.S., México.
Mientras estudiaba en la universidad, la practicidad (influenciada por la realidad en México a la que nos enfrentamos quienes nos dedicamos a la ciencia) me había hecho hacer a un lado la idea de trabajar con mamíferos marinos. Sin embargo, una clase de mastozoología ,arina con una increíble mentora, encendió de nuevo la chispa. Durante una de las sesiones, la profesora (una doctora en ciencias especializada en genética de mamíferos marinos) realizó una dinámica que incluía ver tres documentales sobre comportamiento de mamíferos marinos y responder preguntas al respecto. Los tres documentales eran de la National Geographic y yo ya los había visto todos. Ni siquiera los tuve que volver a ver para contestar el cuestionario. Tampoco estudié para los exámenes pero fui el promedio más alto de la clase.
Ese verano volví a visitar Sea World y todo fue como un dejavú. Habían pasado 15 años pero extrañamente recordaba casi todo. El túnel de los tiburones, la exhibición de los pingüinos, el escenario de los lobos marinos, los flamingos, y, por supuesto, las orcas. Pasé el día caminando y compartiendo con mis papás y hermano datos sobre los animales, especialmente sobre los mamíferos marinos. Les hice muchas preguntas al personal que atiende las exhibiciones; mientras comíamos leí un par de folletos dirigido a escuelas sobre el programa de involucramiento con estudiantes (con un poco de envidia, la verdad); entré a la exhibición sobre el Megalodón, y volví a ver a los delfines (el espectáculo de los lobos estaba cerrado).
Entonces, llegamos al estanque de las belugas. Todavía ahora, mientras escribo estas líneas, me emociona pensar en lo que sentí al verlas de nuevo mientras nadaban y se acercaban un poco a donde estábamos. Estaba en el último año de biología y había tenido la oportunidad de salir muchas veces al campo, incluso de ver ballenas grises y delfines, pero las belugas eran especiales. No sé si lo dije en voz alta, pero pensé: Sip. Esto es lo mío. Y genuinamente me pregunté si la primera visita había influido en mi decisión de convertirme en Bióloga. Meses después, me preparaba para hacer una estancia de 4 meses en las Islas Canarias con uno de lo grupos de investigación y atención a varamientos de mamíferos marinos más importantes del mundo.
Mi historia no es única. “Soy bióloga porque cuando fui a Sea World yo quería trabajar con Shamú”, me compartió una amiga colega recientemente. Actualmente trabaja en educación ambiental para conservar humedales. Tal vez ella y yo somos una pequeña muestra del impacto que parques como el de Sea World tienen, pero hay muchos ejemplos que no son tan cliché. “La verdad, yo soy Biólogo por los circos. Era el único modo de ver animales cuando era niño”, me compartió otro colega que también trabaja en conservación y manejo de recursos naturales. Los acuarios, zoológicos y sí, también los circos y los parques temáticos son, para muchas personas, su primer o único contacto con la vida silvestre.
Turista (y biólogo conservacionista) con una ballena gris en Laguna San Ignacio, B.C.S., México. No todas las personas tienen la fortuna de tener este tipo de encuentros con la vida silvestre. Foto: Claudio Contreras
Hay personas que necesitan el contacto con animales para ser sensibilizados pero quienes ya son sensibles a la naturaleza, un estímulo de ese tipo puede ayudarlos a encontrar su vocación. ¿Cuantos biólogos conservacionistas recibieron su llamado en un zoológico? ¿Cuántos veterinarios, biólogos marinos, zoólogos? Un encuentro con un animal silvestre puede cambiar el destino de muchos, aunque sea difícil de creer.
Mi última visita al parque fue hace unos días con el equipo COSTASALVAJE en un “tras bambalinas”. Volví a ver focas, y lobos marinos, esta vez en el centro de rescate del parque pues eran crías que habían sido llevadas para recuperarse.
Una de las dos crías de elefante marino en el centro de rescate y rehabilitación de Sea World San Diego. También había dos crías de focas de puerto y una de lobo fino de Guadalupe.
Parques como el de Sea World son una oportunidad para muchos niños de acercarse a la naturaleza. Pero también son una forma de financiar los centros de rescate y rehabilitación, así como el increíble programa de educación ambiental. COSTASALVAJE asistió a aprender de los 50 años de experiencia del parque en rescate, rehabilitación y educación ambiental. En la semana de nuestra visita recibirían a 1000 niños y tendrían una “pijamada en el parque” con un grupo de estudiantes. Una compañera del equipo y yo dijimos: “¡Ojalá me hubiera tocado a mí!”.
COSTASALVAJE capacita desde hace varios años a miembros de comunidades de Oaxaca para atención a fauna empetrolada (para tortugas y aves); trabajamos con educación y sensibilización sobre conservación de la ballena gris en los sitios donde se reproduce; y capacitamos a prestadores de servicios turísticos en buenas prácticas de avistamiento de ballenas y aves. Los 50 años de experiencia de Sea World en estos temas (que también fueron la base para desarrollar leyes de protección para mamíferos marinos en Estados Unidos y el mundo), ayudarán a nuestra organización a mejorar estas actividades en los sitios en donde trabajamos. Nos ayudarán a tener más impacto en beneficio de la conservación.
“Afuera, hay muchos más que necesitan protegerse. Lo que se ha logrado por los que están ahí, ayuda a los otros. De hecho, a todas las especies.” escuché decir a alguien respecto a cierto documental. La realidad es que los espectáculos con animales han ido poco a poco desapareciendo: Los circos ya no pueden tener animales y Sea World ya no puede reproducir en cautiverio a sus orcas. Han tenido que ir adaptándose a la exigencia de un público más informado y tal vez, con más oportunidades de contacto con la vida silvestre que hace 50 años. Quizá el futuro ya no será ir a ver espectáculos o a los zoológicos, sino involucrarte en programas de educación más sofisticados, con mayores recursos digitales pero en espacios con acceso a la naturaleza y facilitadores, no maestros o entrenadores.
Es muy fácil perder de vista el poder de la sensibilización y la educación ambiental. Medir con precisión qué factores influyeron en nuestras decisiones, las posturas que tomamos sobre ciertos temas, o incluso la manera en la que ejercemos nuestra profesión es sumamente complicado. Pero sin duda, aquello que nos impacta nunca se nos olvida. ¿Acaso puede alguien afirmar que los grandes proyectos de educación ambiental como el de Sea World (diseñado de acuerdo a la edad y el contexto local de los participantes, que incluyen contacto con la naturaleza y son a largo plazo) no benefician a las especies de mamíferos marinos, aves y reptiles que incluyen en su programación? Yo soy un producto de ese acercamiento y sensibilización a la vida marina y hoy, orgullosamente, dedico mi carrera y todo mi esfuerzo y pasión a la conservación del océano.
-Mónica Franco
Delfines nariz de botella en Bahia Magdalena, B.C.S., México. Foto: Claudio Contreras
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