Baja es salvaje en todas sus formas. Nuestro viaje a la Laguna San Ignacio, en el que llevamos a reporteros de Grupo Imagen, lo comprobó. Esta odisea nos llevó a cruzar toda la península de Baja California en unos pocos días. Además, en San Ignacio conocimos personas increíbles: las mujeres del Dátil, que trabajan cada día por la restauración y reforestación del bosque de manglar en su comunidad pesquera, nos recibieron en sus casas, y nos llevaron por los canales entre los manglares y las zonas de plantación; y a las personas de Antonio’s Ecotours, que nos hospedaron y guiaron, y quienes, al trabajar en la pesca y el turismo, conservan la laguna. Vimos a la ballena gris a los ojos, jugamos con ellas, vimos delfines nadando entre los manglares, tortugas, peces y aves. Y fuimos testigos de hermosos amaneceres y atardeceres en paisaje desértico.
Cada año, la ballena gris migra desde Alaska a las lagunas de la península de Baja California. Allí, la ballena se aparea, y un año después, regresa a las mismas aguas a tener a su cría –por lo que, vale la pena resaltar, casi todas las ballenas grises son mexicanas.
La Laguna San Ignacio es la última de estas lagunas que se conserva en un estado totalmente prístino. Esto se debe a las acciones de varias organizaciones activistas, entre ellas COSTASALVAJE, que han trabajado para la protección de esta laguna: en 2005, COSTASALVAJE, junto con otras organizaciones, promovieron un acuerdo de Servidumbre Ecológica para la Laguna San Ignacio, que permitió que la comunidad viva del turismo de la ballena gris, al mismo tiempo que se promovía la conservación del ecosistema. Asimismo, en 2000, previnieron la construcción de una salinera gigante en la Laguna San Ignacio, que estaba siendo promovida desde la presidencia de Ernesto Zedillo, lo que permitió que, hasta hoy en día, la laguna se mantenga en un estado totalmente silvestre.
Estos tres reportajes, realizados por el periodista ambiental Ernesto Méndez y el camarógrafo Carlos Vázquez para Excélsior y Grupo Imagen, han tenido una cobertura nacional: salieron en dos noticieros diferentes de Imagen TV y en el periódico Excélsior, alcanzando a decenas de millones de personas a lo largo y ancho del país. Sin embargo, poder visitar lugares tan hermosos, prístinos y totalmente salvajes tiene un costo: y es que esta laguna está en tal grado de conservación, que llegar a ella es toda una expedición, que nos llevó a atravesar la Península de Baja California completa en un lapso de tres días. Esta es la historia de la historia que se vio en cámaras.
the cameraman Carlos Vázques for Excelsior and Imagen TV, have had international coverage in California and Mexico, reaching millions.
Día 1
Existen varias formas de llegar a la Laguna San Ignacio desde la Ciudad de México. Todas son complicadas por distintas razones. Por la premura del viaje, no nos quedó de otra que tomar un camión nocturno desde Tijuana, un viaje que toma aproximadamente quince horas. Este es el recorrido que nuestro equipo suele hacer cuando visita nuestros proyectos en la Laguna, aunque desde Ensenada.
El camión tomó la carretera transpeninsular. Esta carretera, que cruza toda la península de Baja California, es una carretera de un carril por sentido, recta, y con unos paisajes que sorprenden a cualquiera. Mientras amanecía, pudimos ver por primera vez el desierto de la Baja: sus planicies, cactus, y las mesetas que se observan a lo lejos. Ocasionalmente, pasábamos por pequeños pueblos, donde se podían contar unas diez o quince casas a lo largo de la carretera junto con algunas “RVs” viejas que se usan por algunos locales como vivienda permanente. Solo para dejar ese pueblo atrás y estar, una vez más, en el desierto.
El pueblo de San Ignacio está situado en un oasis a la mitad del desierto. Al llegar, alrededor de las 11:00 de la mañana, tomamos una camioneta que nos llevó por una hora por caminos de terracería, hasta llegar a nuestro campamento en la laguna.
Llegamos al campamento de Antonio, uno de los primeros campamentos ecoturísticos que existieron en la laguna. Antonio es un viejo amigo de COSTASALVAJE.
Ese mismo día, lo primero que hicimos fue subirnos a la lancha junto con Daniel, hijo de Antonio, e ir en búsqueda de ballenas. Esta laguna es famosa no solo por su estado de conservación, sino porque en ella ocurre un fenómeno extraño: las ballenas madres, junto con sus crías, suelen acercarse a las embarcaciones, permitiendo que las personas las toquen, y jueguen con ellas. Sergio Martínez, investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, menciona en uno de los reportajes, que cuando las madres están cansadas, dejan a sus crías con la embarcación, permaneciendo cerca, para que jueguen con las personas de la embarcación mientras ella descansa un poco.
Foto: Ernesto MendezEl cielo estaba nublado y había mucho viento. Por lo que, en esta ocasión, las ballenas se acercaron, pero no durante mucho tiempo, pues el golpeteo de la panga contra el agua las asusta. Sin embargo, algo sumamente impresionante es que, en la Laguna, no hay que buscar mucho a las ballenas para verlas. Están en todas partes. A donde veas, puedes ver ballenas, solas o con sus crías.
Posteriormente, de vuelta en el campamento, se entrevistó a Raúl López, presidente del Ejido Luis Echeverría, que se encuentra en la laguna. Él mencionó que el nombre del lugar, “La Freidora” tiene origen en que, anteriormente, en esa zona se dedicaban a la caza de ballenas. La Freidora era donde extraían su aceite. Hoy en día, la laguna es un Área Natural Protegida, la Reserva de la Biósfera del Vizcaíno, y los habitantes se dedican a la prestación de servicios turísticos con un enfoque en la conservación. “La ballena al acercarse nos da una lección de amor, por el perdón que nos dan como seres humanos”, Rául menciona en el primer reportaje. Antonio platica cómo antes les tenían miedo a las ballenas, y hoy, son su principal fuente de sustento económico.
Día 2
Nos despertamos antes del amanecer, y nos dirigimos a El Dátil, una comunidad pesquera, que está en el estero del mismo nombre, en la laguna. El motivo de madrugar fue poder aprovechar las mareas para salir a buscar semillas de manglar. COSTASALVAJE está trabajando en El Dátil junto con las mujeres locales, para reforestar el bosque de manglar de la zona. Hasta ahora, ha sembrado 180 mil semillas de mangle rojo en el Estero el Dátil y en el Estero el Delgadito, y faltan otras 40 mil.
Lo primero que hicimos al llegar, fue tomar unas botas de plástico y subirnos a la panga, junto con este grupo de mujeres. Nos llevaron a los canales que se hacen en los manglares cuando suben las mareas, para buscar semillas de mangle. Mostraron a la cámara cómo buscan las semillas en los árboles, cómo trabajan en equipo para recolectarlos, y el instrumento que hicieron para alcanzar las semillas de mangle que se encuentran lejos.
Las semillas de manglar son alargadas, y se convertirán en el tronco del mangle al ser sembradas, natural o artificialmente, en la tierra. Tienen una pequeña bola en la parte de arriba, que protege el brote del mangle. Esta bola se cae o es retirada antes de que se siembre la semilla.
Después de hacer la recolecta, regresamos a la comunidad, esta vez a esperar a que baje la marea, para poder ir a sembrar las semillas. Después, fuimos a una zona donde ya había algunas semillas sembradas, e incluso, algunas ya se habían convertido en pequeños árboles de mangle. Allí, las mujeres buscan un lugar apropiado para sembrar: tiene que ser una zona inundable cuando suben las mareas. Nos mostraron el método de siembra que utilizan, que ya tienen perfeccionado. Las semillas son sembradas como si fueran ya un pequeño árbol, sembrando solo unos centímetros dentro de la tierra, y dejando casi todo el tallo por fuera.
Estas semillas crecerán para ser un árbol de mangle rojo. Estos manglares, a diferencia de la mayoría de los manglares del país y del mundo, son chaparros: tienen un promedio de altura de 3 metros. Esto se debe principalmente a que son de desierto, a diferencia de los manglares más comunes, que crecen en zonas tropicales. Las condiciones del desierto, como la escasez de agua y el clima extremo, hacen que estos manglares vivan en condiciones estresantes, que les previene crecer mucho, aunque son la misma especie que los manglares del trópico. Es muy sorprendente ver estos bosques creciendo en el desierto, a tan solo unos metros de cactus y arbustos secos. Sin embargo, estos son tan eficientes en la absorción y almacenaje de carbono como los manglares del trópico.
La reforestación de manglar constituye lo que llamamos una solución natural al cambio climático, y es principalmente por eso que COSTASALVAJE está apostando por esta medida. Los manglares son un ecosistema de carbono azul, es decir, un ecosistema costero o marino que absorbe y almacena dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. En el caso particular de los manglares, estos pueden absorber hasta diez veces más dióxido de carbono que la selva tropical.
Foto: COSTASALVAJEAdemás, los manglares ayudan a construir resiliencia frente al cambio climático en las comunidades costeras, pues son barreras naturales contra tormentas e inundaciones, resultados de las alzas en el nivel del mar. Los manglares pueden significar la diferencia para que comunidades como el Dátil puedan sobrevivir sin ser desplazadas por el clima.
Para las mujeres de la comunidad, trabajar en la conservación y restauración de estos ecosistemas es sumamente empoderante. En primer lugar, la generación de empleos verdes o azules les da un ingreso económico, lo que les da mayor poder en sus hogares. En segundo lugar, porque están contribuyendo a la supervivencia de su comunidad frente a desastres naturales. Y en tercer lugar, porque, al ser los manglares criaderos de los principales peces y almejas de uso comercial de los que vive la comunidad, también están contribuyendo de forma indirecta a la economía comunitaria.
Foto: COSTASALVAJE
Día 3
El día salió soleado y sin viento, lo que prometía un buen avistamiento de ballenas.
Ya en la lancha, lo primero que pudimos ver fue a tres ballenas apareándose. Este “ritual”, como lo llama Daniel, lo desempeñan tres ballenas, dos machos y una hembra, durante varias horas. Los machos toman turnos: mientras uno se aparea, el otro sostiene a la hembra. Por lo general, uno de ellos es un juvenil, que está allí aprendiendo.
Mientras observábamos esta danza de la naturaleza, un juvenil se nos acercó y comenzó a jugar con la panga. Después, una madre con su cría se acercó también. A nuestro alrededor veíamos delfines y tortugas. El momento más impresionante de tener tan de cerca a las ballenas, es cuando logras hacer contacto visual con ellas. Te miran directamente a los ojos, y tú al suyo. Es un momento de pura conexión, que nos recuerda que somos lo mismo: somos naturaleza, somos iguales.
Otra madre y su cría se acercaron y, de pronto, las crías se pusieron a jugar, alejándose con sus mamás detrás. Así, se despidieron de nosotros. De vuelta en el campamento, nos preparamos para nuestro regreso –que también fue bastante accidentado, pero esa es una historia para otro día.
La Laguna San Ignacio es una prueba viviente de que se puede vivir de la naturaleza, conservándola y beneficiándose, no explotándola. Lo que hace falta, es una verdadera conciencia ambiental. Las personas en San Ignacio saben que su sustento económico depende de las ballenas y, por lo tanto, las cuidan y las conservan. Este es un ejemplo para la humanidad. Por esta razón, se requieren políticas de conservación que trabajen por las comunidades, y no a pesar de ellas. Políticas integrales, que promuevan educación ambiental, desarrollo económico y protección de nuestros ecosistemas.
Mira los reportajes aquí:
Las Ballenas de la Laguna San Ignacio: Parte 1
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